Una breve historia de una joven luchadora

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En el año 2012, mi padre me sorprendió al decirme que mis estudios de secundaria no los realizaría en mi comunidad. Iría al colegio que estaba ubicado en el lugar donde él laboraba.

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“Tú ya no eres el pobrecito huérfano que no tienes familia, ni dónde vivir, ni qué comer. Pobrecitos los que no tienen lo que tú tienes’’. (Rev. William B. Wasson – Fundador de NPH)

En el año 2012, mi padre me sorprendió al decirme que mis estudios de secundaria no los realizaría en mi comunidad. Iría al colegio que estaba ubicado en el lugar donde él laboraba. No puse ninguna oposición a su comentario porque ya había escuchado de él mismo los buenos comentarios de ese colegio.

Mi nombre es María José Castillo, actualmente formo parte de los jóvenes universitarios de la gran familia de NPH Nicaragua. Vengo de una familia nicaragüense muy humilde y a la vez grande. Éramos mi padre y madre, más mis ocho hermanos y yo.

Mi padre es un hombre responsable quien quizás no ha logrado obtener un trabajo que cubra todas las necesidades básicas de sus hijos. a pesar de esto, él siempre ha luchado para que no nos falte lo básico. Nos ha facilitado la educación aún con dificultades, pero jamás se ha rendido.

Mi madre es ama de casa, pero es la mejor mamá del mundo. En ella he aprendido que delante de todos nuestros esfuerzos tiene que ir Dios, y que todos los favores que alguna vez recibimos se deben devolver, en algunas ocasiones el doble, pero siempre con una sonrisa.

Cuando miré el colegio de NPH por vez primera, no me sorprendió, lo vi como un colegio normal. Me adapté rápido al sistema que ellos impartían y comencé a tener nuevas amistades. Todo marchaba bien hasta que en una ocasión logré escuchar una plática de mis padres que estaban preocupados porque no lograrían pagar la próxima cuota de pago en el colegio. Realmente quedé muy preocupada al pensar que me iría del colegio de NPH.

Afortunadamente, los directores del colegio lograron un acuerdo con mis padres en el que me otorgarían una beca completa con la condición de que siguiera manteniendo mis buenas calificaciones. Y así fue, durante todos mis años de estudios en la escuela secundaria, me esforcé por mantener mis buenas calificaciones y así no volver a escuchar alguna preocupación de mis padres sobre cómo harían para garantizarme una buena educación.

La mejora en la educación fue un objetivo constante en mi camino. Al terminar mis estudios de escuela secundaria, deseaba estudiar en la universidad, pero sabía que mis padres no podrían apoyarme con ello debido al alto costo que eso implica. Debido a eso, solicité apoyo a NPH Nicaragua.  Me lo brindaron, con la única condición de que realizara un año de servicio en las instalaciones de Casa Padre Wasson.

Al principio, se me dificultó debido al vínculo cercano que he tenido con mis padres. Lo superé cuando ellos me hicieron saber que estarían pendientes de mí y que algunos cambios tienen resultados positivos, aunque tardaran en llegar.

Al ingresar a la universidad, decidí estudiar Licenciatura en Administración de Empresas. Hoy en día, estoy a cuatro meses de culminar mis estudios universitarios, pero no dejo de ver los esfuerzos que tuve que realizar para estar a un paso de graduarme: mis noches de desvelo, mis frustraciones cuando no entendía un tema y entre otras cosas.

Ha sido un camino largo, pero jamás dejé de visualizar mi meta. Mis padres están muy orgullosos porque seré la primera de sus hijos con un título universitario. Reconozco las dificultades que han pasado mis padres para que cada uno de mis hermanos pueda obtener la mejor educación; quizás no se ha obtenido de la manera en que hemos deseado, pero ellos nos han enseñado el valor y la importancia del estudio ante esta sociedad tan cambiante y competitiva.

Antes de culminar, quiero expresar mi agradecimiento a la familia de Nuestros Pequeños Hermanos, que me ha enseñado, guiado y preparado en mi empoderamiento como mujer en la sociedad. Personalmente, deseo que las mujeres tengamos las mismas oportunidades económicas al igual que los hombres, ya que esto ayuda a promover la equidad de género.

Esto solo será posible si comenzamos a inculcarlo en la familia. Por ejemplo, hay que enseñarle a nuestros niños y niñas que no existe un rol que defina a un hombre y a una mujer, que debemos tratarnos con igualdad y que ambos podemos desenvolvernos y ser productivos para nuestro país.

Al final, mi historia destaca como un testimonio de la lucha constante por el avance en la educación, respaldada por la inquebrantable fortaleza de mi familia y la invaluable ayuda de NPH Nicaragua.