La fortaleza de la hermandad

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‘‘Mi trabajo se enfoca en darle atención psicológica a los niños. Se les brinda psicoeducación y se trabaja también el ‘Plan de Vida’ para irlos orientando a que se propongan metas, objetivos, y alcancen sus sueños, como cada uno de nosotros lo hemos hecho’’.

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Uno de los principales deseos del Padre William Wasson, cuando abrió las puertas de Nuestros Pequeños Hermanos (NPH), era el de acoger no solo a niños de forma individual, sino a grupos completos de hermanos y hermanas que necesitaban un lugar seguro para vivir.

NPH El Salvador no ha sido la excepción de este anhelo. Y es que las paredes del hogar han visto crecer a niños y niñas cuya fortaleza ha estado en el apoyo fraterno entre hermanos.

De igual forma, ellos han aprendido a cumplir ese rol, incluso con los pequeños y pequeñas con quienes no comparten lazos sanguíneos. Ver a los más grandes ayudar a los más jóvenes, como si fueran de su propia familia, era un gran orgullo para el Padre Wasson.

Y, a lo largo de los años, se ha procurado mantener vivo ese fortalecimiento familiar de manera que, quienes ya son capaces de desempeñar una vida independiente fuera de NPH, regresen y puedan retribuir todo el bien que recibieron.

Esta es la historia de los hermanos Menjívar, quienes llegaron a NPH hace 19 años y, gracias al apoyo recibido, han logrado convertirse en personas de éxito y han decidido regresar a su hogar para seguir ayudando a la niñez y juventud del país.

LA HISTORIA DE ROXANA

A sus 14 años, Roxana Menjívar entró a NPH. Ahora, con 32 años, labora como psicóloga con los niños que residen en el hogar y también con la población de Becas Comunitarias Padre Wasson.

‘‘Mi trabajo se enfoca en darle atención psicológica a los niños. Se les brinda psicoeducación y se trabaja también el ‘Plan de Vida’ para irlos orientando a que se propongan metas, objetivos, y alcancen sus sueños, como cada uno de nosotros lo hemos hecho’’.

Su deseo por la psicología nació de una admiración personal de ver cómo otras personas ayudaban a los niños. ‘‘Al ver también que había mucha necesidad, nació mi vocación que quería servir y poder ayudar a esos niños que viven con traumas o con miedos. Poderlos empoderar para que ellos también puedan salir adelante’’.

Su historial laboral en NPH se remonta a 2017, cuando inició trabajando como apoyo universitario, orientando a los adolescentes y jóvenes que se encontraban realizando su año familiar. Luego, se incorporó como maestra del Centro de Bienestar Infantil (CBI), pasando, incluso, por el área de ‘‘Padrinos’’, hasta que finalmente llegó al departamento de psicología.

La forma particular que Roxana tiene de servir a la población proviene de los valores que el Padre Wasson enseñó, dando un ejemplo de amor y de unidad.

‘‘Dentro de la familia eso es fundamental. Y nosotros, con nuestros hermanos de sangre, igual lo experimentamos. Tenemos esa necesidad de estar juntos, vernos, comunicarnos y apoyarnos. Y es lo que también tratamos de transmitirles a nuestros niños: que vean que los hermanos siempre van a estar ahí y que la familia, aunque no sea de sangre, es de suma importancia’’.

De igual forma, para ella, la satisfacción y el impacto de su trabajo se refleja en los pequeños detalles que los niños tienen: un ‘gracias’, una carta, una flor, un dibujo, una muestra de afecto. ‘‘Me encanta tener el acercamiento con los niños y las niñas y ver las evoluciones que van teniendo. Cómo van transformado sus vidas’’.

Y es con la siguiente frase, que Roxana reúne todo el amor que ha recibido en NPH y que, ahora, busca compartir con los demás: ‘‘La humanidad y deberse a los demás’’.

LA HISTORIA DE JOAQUÍN

Joaquín Menjívar llegó a NPH cuando tenía solamente siete años. Hoy en día, con sus 26 años de vida, ha logrado titularse en la ‘‘Licenciatura en Ciencias de la Educación con especialidad en Educación Básica’’, y trabaja como educador de la Casa de Niños San José.

Para Joaquín, ver que su vocación estaba en servir a los niños no fue algo difícil de descubrir. ‘‘Al principio quería estudiar Inglés, pero lo que me motivó fue la formación que yo tuve en NPH. Desde que iba al INTEX (Instituto Nacional Texistepeque) empecé a trabajar con niños, luego, con apoyo universitario en NPH y ahí vi que tenía las capacidades y el liderazgo’’.

Dentro de NPH se encarga de llevar el control y cuidado de los niños: estar al tanto de su comportamiento, supervisar su bienestar emocional, su higiene, sus tareas escolares, sus labores del hogar y que, en general, estén en sintonía con sus ‘tíos’ y sus compañeros.

Tal como lo expresa, seguir la filosofía del Padre Wasson es uno de sus principales motores: ‘‘que el pequeño hermano se preparare para enseñarle a los demás’’.

Y, junto a sus hermanas, comparte la misión de no dejar que los valores de NPH se pierdan. ‘‘Hay que ir innovando, ver las necesidades de los niños y adaptar las cosas a ellos’’, reconoce el joven.

Además, destaca el valor de poder generar vínculos de confianza con los niños y niñas, que ellos acudan a él ante cualquier necesidad y puedan acercarse a su persona de la misma forma que lo harían con un padre. El escuchar un ‘‘te quiero’’ y ser el protector de los niños, representa para Joaquín lo mejor de todo.

De igual forma, espera poder transmitir a los demás esa pasión de velar por los derechos de todos los pequeños y pequeñas. ‘‘Siempre acoger a los niños por igual, darles amor y cariño. Y si podemos ayudar a los niños a ser mejores personas, pues que lo hagamos sin temor’’.

LA HISTORIA DE MARITZA

NPH se convirtió en el hogar de Maritza desde los 4 años. Ahora, a sus 24, ha regresado para realizar su proceso de pasantía y poder titularse como maestra. ‘‘En la Escuela y en Becas me encargo de cubrir y apoyar a los docentes cuando lo necesitan. Trabajo en dar refuerzo a los niños, especialmente, en su lectoescritura’’.

En un inicio, viendo las aspiraciones de su hermana de ser psicóloga, se planteó la posibilidad de seguir sus pasos, pero luego se dio cuenta que su llamado era otro. ‘‘A mí esta pasión me surgió en mi Año Familiar. Los dos años siempre trabajé con niños de Parvularia, entonces, ahí me surgió esa motivación de querer servirles. También fui apoyo universitario, orientando y cuidando a las niñas’’.

Uno de los principales deseos de Maritza es poder ser fuente de inspiración para todos aquellos pequeños y pequeñas que la reconocen, y mostrarles que la educación puede transformar vidas.  ‘‘Los niños y niñas se ponen muy contentos de vernos, porque hay niños y niñas que, desde pequeños, los cuidé y ahora me ven y me dicen que pensaban que no me volverían a ver’’, resalta.

Igualmente, procura que su paso por NPH sea más que solo a través de un puesto laboral, y que, en su lugar, pueda transmitir amor, cariño, respeto y honestidad a los demás. ‘‘No verlo como un trabajo, sino como una oportunidad para los niños y niñas y para mí, porque estoy obteniendo experiencia para que, en un futuro, si Dios me abre las puertas en otro lugar, poder dar todo lo que me han enseñado tanto afuera como aquí en NPH’’.

Y es que son las cosas pequeñas las que le llenan de satisfacción, como el hecho que las niñas se acerquen para platicar con ella o le pidan un abrazo. ‘‘Todo eso me conmueve, me siento alegre de estar con ellos. Y muy agradecida con NPH porque aquí he crecido, me han dado la oportunidad de estudiar y de tener una familia’’.

‘‘Siempre querer dar todo ese amor que el Padre Wasson nos inculcó. Todos los valores que nos inculcaron, regresarlo con niños que no conocemos, pero que sabemos que también lo necesitan’’, concluye Maritza.

Roxana, Joaquín y Maritza tienen, además, cuatro hermanos que fueron acogidos por NPH: tres de ellos, con sus profesiones, laboran fuera del hogar; y el menor de los hermanos aún se encuentra preparándose en su carrera universitaria.

Historias como la de los hermanos Menjívar son un claro reflejo de que la Visión del Padre Wasson, de ayudar a familias completas, es posible a través del amor, la educación y el empoderamiento fraternal.