El anhelo de un reencuentro

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Las nuevas leyes salvadoreñas de protección a la niñez, adolescencia y juventud declaran que es recomendable, antes que cualquier otra alternativa institucional, que los niños no pierdan lazos con su círculo de parentesco. Por eso, NPH se esfuerza por hacer que los niños y niñas logren una reintegración familiar exitosa.

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Peterson* llegó a Nuestros Pequeños Hermanos (NPH) cuando tenía 10 años de edad. Tras las negligencias de un padre alcohólico y una madre de quien se desconocía su paradero, las autoridades policiales se encargaron de trasladarlo a un centro de atención a la niñez y a la adolescencia; lugar de donde fue remitido hacia NPH, y en donde reside actualmente a sus 15 años de vida. 

Después de permanecer aproximadamente un año como parte del Programa de Acogimiento y Cuidado Residencial, Peterson fue entregado a un tío cercano por estipulación jurídica. Sin embargo, la reintegración familiar no fue exitosa y, luego de sufrir distintas precariedades, fue el mismo Peterson quien decidió huir de casa y entregarse a las autoridades del Consejo Nacional de la Niñez y de la Adolescencia (CONNA), para pedir regresar a NPH. 

Y es así que, desde los 12 años, llama a NPH su ‘‘gran familia’’. 

UN VALIOSO RECUERDO

Según el artículo 225 de la Ley Crecer Juntos, los niños, niñas y adolescentes que deban ser extraídos de su núcleo familiar, deberán colocarse con ‘‘un pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad’’. De tal manera que el niño y niña no pierda los vínculos de parentesco y, por ende, su derecho a ‘‘vivir en condiciones familiares y ambientales que le permitan su desarrollo integral’’ (Art. 34). Asimismo, de acuerdo con el artículo 228 de la misma ley, el acogimiento institucional debe darse en el menor tiempo posible, procurando que el niño tenga la oportunidad de regresar cuanto antes a su núcleo familiar, una vez que se haya comprobado la existencia de un ambiente óptimo. 

Es por tal motivo que el personal de Trabajo Social intentó, en múltiples ocasiones, averiguar sobre otros familiares con los que Peterson pudiera reincorporarse. Sin embargo, el adolescente no estaba seguro de dónde podría encontrarse su madre; y de otros familiares, como su tía y su abuela maternas, a quienes vio por última vez cuando tenía nueve años, tenía muy pocos recuerdos. 

Con todo esto, parecía que un reencuentro familiar nunca sucedería, pero hacia mayo del 2023, Peterson expresó a la trabajadora social que creía recordar dónde vivían su tía y su abuela. Y fue así como un 04 de mayo emprendieron camino rumbo a Quezaltepeque, una ciudad del departamento de la Libertad, en El Salvador. 

‘‘Para mí fue una alegría porque nunca había salido a una visita. Al principio, me sentía raro porque no sabía si me iban a reconocer’’, dijo Peterson. 

Luego de una hora de viaje, entre esfuerzos y varios intentos, Peterson fue guiando al motorista y a la Trabajadora Social hacia la posible residencia de su familia. En palabras del joven: ‘‘No mucho me acordaba cómo era el lugar y, después, medio me acordé de la casa; cuando llegué, y vi a mi abuela y a mi tía, me alegré mucho. Fue algo bien bonito’’. 

Luego de casi seis años sin verse, la familia biológica de Peterson lo recibió con los brazos abiertos. ‘‘Es una bendición de Dios que este día esté compartiendo con nosotros. Es un milagro de Dios que él esté aquí’’, manifestó la señora Higinia, su abuela. 

Pero aún faltaba la persona más importante para Peterson: su madre. 

A los pocos minutos de haber llegado, su tía, la señora Sandra, se comunicó con su madre, quien se encontraba en Zaragoza, una ciudad localizada a una hora de ahí. 

Al llegar su madre, el reencuentro fue muy emotivo, entre largos abrazos y lágrimas. Además, ella manifestó la incertidumbre que atravesó todos estos años al no saber dónde estaba su hijo; pues el padre de Peterson utilizó la violencia y las amenazas para impedirle verlo de nuevo. 

Cuando ya todos estaban más tranquilos, los demás tíos y tías del joven prepararon un almuerzo especial en honor de su bienvenida; incluso, tuvieron la oportunidad de compartir un pastel en celebración del cumpleaños de Peterson, que había sido apenas un día antes de esta visita. 

Desde entonces, Peterson ha visitado en una ocasión más a su familia, y se ha mantenido en contacto con ellos a través de videollamadas que refuerzan ese lazo afectivo. 

UNA NUEVA OPORTUNIDAD

Tras esta visita, la familia de Peterson recalcó el deseo de tenerlo de vuelta con ellos y, en especial, su madre se comprometió a iniciar el debido proceso legal para recuperarlo. 

Ante la posibilidad, cada vez más grande, de que Peterson regrese a vivir con su madre, él expresó que: ‘‘Va a ser algo diferente a lo que he vivido, pero creo que será bonito’’. ‘‘Sería triste dejar NPH, porque aquí he vivido bastante’’, concluyó el joven, quien además dijo estar agradecido por todo lo recibido en NPH y, por esa misma razón, quiere concluir sus estudios en la escuela antes de proceder con un nuevo comienzo. 

Este tipo de reintegraciones exitosas es uno de los enfoques que mueven a NPH en su misión de proteger y salvaguardar la niñez, adolescencia y juventud salvadoreñas. 

Y la satisfacción principal viene de los niños que manifiestan su amor hacia la familia de NPH, exponiendo sus deseos por superarse y servir a la sociedad, tal como se los inculcó el Padre William Wasson.