“En NPH no solo encontré un hogar”, recuerda Triana, “encontré una familia, valores, oportunidades y, sobre todo, esperanza” Fue en ese entorno de amor y apoyo donde empezó a descubrir quién era y lo que quería ser. Durante su adolescencia, Triana desarrolló una profunda vocación de servicio, inspirada por la vida del Padre William Wasson, fundador de NPH. Triana veía en él un ejemplo a seguir y soñaba con continuar su legado desde su propia vocación, la medicina. “Elegí estudiar medicina porque quería servir, porque entendí que sanar a otros también era una forma de sanar mi propia historia”, cuenta.
Hoy, a los 26 años, Triana se encuentra en la etapa final de su carrera de Medicina, esperando la titulación como doctora que marcará la culminación de un sueño que comenzó muchos años atrás. Su meta es especializarse en dermatología, un campo que la apasiona por su impacto directo en la salud, la autoestima y la calidad de vida de las personas. “Quiero que mis pacientes se sientan bien, por dentro y por fuera. La piel es el espejo del alma, y cuidarla también es cuidar la dignidad de quien la habita”, explica con convicción.
Su camino hacia la medicina no fue sencillo. Hubo momentos de duda, cansancio y obstáculos económicos, pero cada paso estuvo acompañado del respaldo de NPH y de la comunidad que creyó en ella. Gracias al apoyo de los donantes y del equipo de NPH, Triana pudo completar sus estudios, tener los materiales necesarios y recibir una formación integral que iba mucho más allá del aula. “NPH me enseñó que los valores humanos son tan importantes como los conocimientos profesionales”, dice. “Aprendí a ser empática, responsable, agradecida y, sobre todo, a creer en mí misma.”
Pero el impacto de Triana trasciende las paredes de un hospital o una consulta médica. Hace dos años, su compromiso, liderazgo y sensibilidad la llevaron a ser seleccionada como Representante Juvenil de NPH Internacional ante las Naciones Unidas. La noticia la llenó de emoción y esperanza: “Nunca imaginé tener la oportunidad de representar a NPH y ser la voz de otros niños y jóvenes. Esta oportunidad significa mucho para mí, no solo por lo que representa, sino por todo lo que he vivido para llegar hasta aquí”.
Desde entonces, Triana busca participar en espacios de diálogo y toma de decisiones de la sociedad civil en los que los jóvenes tienen la oportunidad de compartir sus perspectivas sobre temas globales como la educación, la igualdad, la salud mental y la protección del medio ambiente. Quiere convertir su voz en un eco de NPH, lugar donde niñas y niños se conviertan en adultos independientes y solidarios que retribuyan a sus comunidades. “Hoy puedo decir con orgullo que mi voz también tiene valor”, afirma. “Quiero usarla para ayudar a quienes, como yo, han pasado por momentos difíciles.”
En su rol como Embajadora de NPH, Triana trabaja en iniciativas que promueven la misión de NPH, los derechos y el bienestar de niños, niñas y adolescentes. Participa en programas educativos, actividades comunitarias y campañas de sensibilización sobre la importancia de la educación y la protección del medio ambiente. Para ella, ser embajadora no es solo un título, sino una responsabilidad: “Significa mostrar que el cambio es posible, que los jóvenes podemos ser parte de la solución y no del problema.”
Su visión de futuro está marcada por un fuerte sentido de responsabilidad social. En cada paso de su camino, Triana lleva consigo la huella de NPH. “NPH ha sido un pilar fundamental en mi vida”, dice con gratitud. “No solo me brindó educación y cuidado, también me enseñó a vivir con valores, a mirar al otro con empatía y a nunca perder la esperanza.”
“Mi historia es un reflejo de lo que se puede lograr con apoyo, amor y resiliencia”, resume Triana. “Creo que cuando confiamos en nosotros mismos, incluso después de haber atravesado dificultades, siempre vale la pena dar lo mejor y seguir luchando. En el camino siempre habrá personas que crean en nuestro potencial y nos ayuden a hacer realidad nuestros sueños.”
Hoy, representando a NPH ante las Naciones Unidas y frente a la sociedad civil, Triana Justiniano demuestra que los sueños de una niña pueden llegar muy lejos cuando se cultivan con amor, educación y fe. Su vida es testimonio de la misión de NPH: transformar el dolor en esperanza, la vulnerabilidad en fortaleza, y a los niños y niñas de hoy en los líderes solidarios del mañana.





