Mi nombre es Carlos Ramírez, tengo 23 años y me considero una persona alegre y apasionada por lo que hago. Desde niño sentí una conexión especial con la naturaleza gracias al ejemplo de mi abuelo, quien trabajaba en el campo. Esa inspiración me llevó a estudiar Ingeniería Agronómica, una carrera que me permite unir lo que me apasiona: el trabajo con cultivos y animales de corral, la ciencia, la tecnología y la producción de alimentos que tanto aporta a la vida de las personas.
Antes de recibir el apoyo de Nuestros Pequeños Hermanos (NPH), mi familia y yo pasábamos momentos difíciles, sobre todo en lo económico. Había mucha preocupación por cómo iba a continuar mis estudios. Fue gracias a una hermana cercana de la iglesia que escuchamos sobre el programa de becas de NPH El Salvador. Decidimos aplicar, y gracias a Dios fui aceptado. Desde ese momento mi vida cambió: encontré un lugar que me apoyó y me dio la oportunidad de seguir con mis sueños. Para mi familia y para mí fue una verdadera bendición, un respiro en medio de la dificultad.
Mi etapa universitaria no fue fácil. Como estudiante enfrenté muchos retos académicos y personales. Sin embargo, el respaldo que NPH me brindaba era una motivación constante para seguir adelante. Siempre recordaré con cariño a mi familia, a la trabajadora social que me acompañó en cada paso del papeleo y las gestiones, y también a Neftalí Leivas (Coordinador de Servicios Comunitarios), quienes siempre estuvieron pendientes de mí.
Uno de los momentos más significativos en mi formación fue la oportunidad de hacer mi pasantía en el área de cultivos de NPH. Aprendí muchísimo en la práctica: desde el manejo de diferentes tipos de cultivos hasta el cuidado en las cosechas. Más allá de lo técnico, fue valioso convivir con los trabajadores, aprender de su experiencia y reafirmar valores como la humildad y la honestidad. Dar lo mejor de mí en cada tarea fue mi forma de agradecer todo lo que NPH hizo por mí.
Hoy, a pocos pasos de graduarme de la universidad, me siento feliz y entusiasmado. Sueño con tener un buen trabajo, con formar una empresa propia y con construir una familia. Pero también tengo el deseo de retribuir lo recibido y poder colaborar de la misma forma en que me ayudaron, compartiendo mis conocimientos con las nuevas generaciones, ofreciendo charlas sobre cultivos y apoyando a las comunidades para que puedan mejorar su producción.
Por mi parte, a todos los jóvenes que buscan una oportunidad les diría que nunca pierdan la fe en Dios ni en ellos mismos. A veces las situaciones parecen imposibles, pero siempre hay una puerta abierta: todo tiene solución.
Finalmente, mi agradecimiento es infinito hacia todas las personas y donantes que hacen posible este apoyo educativo. Gracias por creer en mí, por darme la oportunidad de pertenecer a esta gran familia y por brindar tanto no solo a mí, sino a muchos niños y niñas. Que Dios les bendiga y les retribuya todo el bien que han hecho.
Historias como la de Carlos nos recuerdan que la educación es una semilla de esperanza que, al florecer, transforma no solo la vida de un joven, sino también la de su familia y su comunidad. A través del Programa de Becas Comunitarias Padre Wasson, NPH brinda empoderamiento juvenil y abre caminos hacia un futuro lleno de oportunidades, donde cada esfuerzo y cada sueño pueden convertirse en realidad.