Montero, Santa Cruz – Bolivia | Marilin cuenta su versión de la vida en la etapa de “transición a la vida independiente” de la iniciativa de empoderamiento juvenil de NPH Bolivia.
Soy Marilin, y desde hace más de un año tengo el privilegio de ser la «tía» de la casa de transición a la vida independiente de chicas en NPH Bolivia. Para mí, no es solo un trabajo; es una vocación que llena mi vida de satisfacción y propósito.
Llegué a NPH con el corazón abierto, dispuesta a entregar mi amor y dedicación a los niños y adolescentes. Desde el primer día, me sentí parte de una familia; ahora, mucho más, yo me siento en casa cuando estoy en el trabajo. Es notorio en NPH el deseo de brindar un futuro mejor a los niños, niñas y adolescentes. Hoy, trabajo con señoritas adolescentes de transición en Montero.
El nombre técnico para mi labor es “facilitadora social”, puesto que facilito el proceso de una transición de una vida en cuidado residencial de protección a una vida más autónoma e independiente. Esa es la teoría; en práctica, mi función como «tía» es diversa y enriquecedora. Yo soy la guía, la confidente, la madre que necesitan en su camino hacia la independencia, y me encanta serlo. Las acompaño en sus alegrías y tristezas, las ayudo a superar sus desafíos y celebro cada uno de sus logros.
Verlas crecer y desarrollarse en esta etapa es la mayor recompensa. Cada sonrisa, cada palabra de agradecimiento, cada paso que dan hacia adelante me llena de orgullo y alegría. Sé que mi trabajo está haciendo una diferencia en sus vidas, y eso me motiva a seguir adelante con aún más entusiasmo.
Siempre digo que NPH Bolivia no solo es un lugar de trabajo para mí, sino también una escuela de vida. He aprendido a ser más empática, comprensiva y resiliente. He descubierto la importancia de la solidaridad, el trabajo en equipo y la entrega incondicional. He crecido como persona y he conectado con personas increíbles que comparten mi pasión por ayudar a los demás. Esas personas me inspiran, y deseo poder inspirar a las señoritas que están bajo mi cuidado.
A lo largo de mi experiencia en NPH, he vivido momentos inolvidables. Sin duda, pasar a la comunidad con el primer grupo de señoritas en transición a la vida independiente es uno de los momentos más importantes. Recuerdo la inseguridad inicial de las chicas y sus miedos al enfrentar el mundo real. Sin embargo, yo sabía que querían salir a comerse el mundo; con el apoyo y la guía adecuada —mía y de los colegas— lo están logrando. Están floreciendo y convirtiéndose en jóvenes más seguras de sí mismas. Ver su transformación es una experiencia profundamente gratificante.
Agradezco de todo corazón a los donantes que hacen posible la labor de NPH. Su generosidad y bondad son la luz que ilumina el camino de estas niñas y adolescentes, dándoles la oportunidad de tener una vida mejor.
Ser parte de NPH es ser parte del cambio en el mundo. Entender eso ha marcado mi vida para siempre. Trabajar en la fundación y con las señoritas me ha enseñado el poder de un vínculo familiar, la importancia de la educación y el poder transformador del amor.
Soy Marilin, la «tía» de la casa de «transición a la vida independiente», y estoy orgullosa de formar parte de esta gran familia que brinda esperanza y un futuro mejor a los niños, niñas y adolescentes de Bolivia.
Descargo de responsabilidad: El siguiente texto es un testimonio de Marilin, quien comparte sus experiencias y perspectivas sobre su papel en NPH Bolivia. Tenga en cuenta que, aunque refleja su perspectiva, fue escrito por alguien que no es Marilin.